No sé si habéis estado alguna vez en un Salón del Cómic. No me refiero a ir un ratito y verlo, si no a vivirlo como un acontecimiento social. Si es así, sabréis que es de las cosas más agotadoras que existen en el mundo.
Pues estar en un stand del Salón del Cómic cada día es muchísimo peor. Nos pasábamos el día arrastrados y agotados y sólo nos mantenía en pie una fuerza de voluntad que yo no sé de dónde salía.
Pero siempre se podía aprovechar para hacer una siestecita…
O una siestaca:
A mediodía queríamos hacer un picnic en Montjuic, pero entre que estábamos muertos y que no queríamos que nadie se tuviera que quedar a hacer guardia, nos lo montamos en el interior de la isla de fanzines.
Nos vinieron a visitar fans de todas las edades que hablaban en un idioma propio
¡Si compras una chapa te hacemos una pregunta sobre Star Wars y si la adivinas te llevas otra chapa gratis! A la gente le encantó.
Y ya a última hora nos montamos una sesión de firmas alternativa a la de Cels. Delante de la de Cels. Márketing de guerrilla, vamos.
